Datos personales

Mi foto
Soy mujer, madre, mediadora, abogada, fotógrafa o restauradora... Soy proyecto y anhelos. Soy proceso, tránsito y expectativa. Y, en tren de explicarme y encontrar la relación entre la mediación, la fotografía y el derecho, comparto una reflexión que tiene que ver con mi recorrido y que alguna vez asaltó mi pensamiento. Comencé estudiando derecho, adentrándome en el mundo del "deber ser" (tal como es presentado). En ese universo, me distraje con la filosofía... es mucho más seductor invertir esfuerzos en develar los misterios del "ser" y atorarse en ellos. La fotografía me llegó más tarde, cuando comprendí ¿? que sólo hay lo que hubo, el esto "ha sido" de Barthes, y sobre eso nuestra capacidad de resignificarlo para incidir, de alguna manera, en "lo que será". Y fluyo permanentemente entre los distintos tiempos y perspectivas que me ofrecen todas esas disciplinas a la vez. La mediación es una síntesis de todas ellas en mí. Es un espacio en el cual invito a explorarlas todas, poniendo a disposición de mis compañeros de viaje circunstanciales lo que ellas me aportaron a mi... y allí voy también. Pero todo, absolutamente todo ello, tiene un único objetivo común: EL ENCUENTRO.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Botón de muestra

Como les decía, viajar en tren puede ser una experiencia exquisita. A veces por lo fecundas que suelen ser las escenas que uno observa o aquellas en las que participa.
Imaginen esta situación: Retiro, andén I. Tren anunciado a las 16.13hs. hacia Tigre. Son las 16.15hs. y el tren aún no llegó. La gente se agolpa en las líneas que indican la entrada al vagón que está por venir. Llega el tren. Abren las puertas y entra el malón desesperado en busca de un asiento donde descansar su "no tan leve ser". Yo encuentro el mío... y ya comienzo a disfrutar mis treinta minutos de vuelo, cuando veo una mujer con su hija de unos siete añitos, ambas paradas. Inmediatamente recordé mi último viaje en tren con mis dos hijos, de tres y cuatro años respectivamente, en el cual nadie de los que vieron los malabares que yo hacía para sostenerme en pié con ambos, uno a cada lado, ofreció su sitio para aliviar mi esfuerzo y cuidar a los niños, nuestro futuro según dicen. El tren aún no había arrancado y me apresuré a ceder mi asiento a la niña.
Su madre, entre agradecida e indignada rechazó mi ofrecimiento y comenzó con una declamación dirigida al ejemplar masculino que estaba sentado enfrente de mi. “Ya no hay respeto! Ni a los niños, ni a las embarazadas ni a los ancianos les dan el asiento!”. El hombre, sabiéndose aludido y mirando por la ventana dijo “ahí tiene otro tren vacío”. Ella contestó “si, pero yo hice cola para este tren”. “Y yo también” retrucó él. Si la cosa hubiera terminado allí no me hubiera inspirado estas líneas. Pero el agregó, mirándola fijo, “igualdad de derechos, señora”.
Tuve que salir a lucir mis dotes de mediadora y calmar la ira de la mujer que, perpleja ante semejante afirmación, se lo quería comer en pedacitos. Mientras tanto, su hija miraba con la inocente sospecha de que algo tenía que ver en esto y bajaba la vista… vergüenza por él, vergüenza por ella, vergüenza por sí misma… igual. Lo que es una vergüenza es que haya tenido que ser objeto de tan desamorado sujeto que, cabe suponer, no tenía hijos.
Cuando todo volvió en calma comencé a pensar ¿Qué habría querido decir este hombre con “igualdad de derechos”. ¿Qué entiende la gente cuando alude a tan importante logro de la civilización?. ¿Qué enseñan los que enseñan respecto de esto?.
Está claro que este hombre, como se dice vulgarmente, orinó fuera del tarro…
Pero lo más terrible es que su orín cayó sobre todos nosotros, mostrándonos una escena que se repite cada día y que taladra el “respeto” por la condición ajena y empobrece la visión de “los derechos”, al emparentarlos a la esfera de egoísmo más primitiva de la especie humana.

Mientras yo pensaba esto, circulaba por el vagón un ciego… que aunque parezca obvio, vendía hebillas invisibles para el pelo.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Viajar en tren es de lo mejor...

Viajar en tren es de lo mejor, se tira del cordel y se para el tren...
Filósofo práctico de la infancia, Pipo Pescador, dejó inscripto en mi el gusto por el un medio de transporte con el cual comienzo a familiarizarme en estos tiempos.
Vivir en la periferia torna relevante el viaje hacia el centro. Me gusta vivir en la periferia, me permite ver el centro en perspectiva... me posibilita hacer una transición lenta y suave desde los que soy hacia lo que hago, y viceversa. Me ofrece el ángulo de visión necesario para evaluar la coherencia entre ambas cosas.
El contundente y parejo ruido del andar sobre las vías se asemeja al silencio que requiere mi otro interior para hablarme sin palabras.
Las imágenes que pasan fugaces ante mi son metáfora del tiempo en el que transcurrimos.
Los seres anónimos con los que compartimos el viaje cada día, en busca del mismo destino, también.
Viajar en tren puede ser una experiencia exquisita.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Igualdad no es uniformidad

No hay salida... si no comprendemos que la igualdad que nutre es la de "oportunidades", no la de las formas y las prácticas; y que las preferencias peculiares de cada uno nos convierte en "sujetos" y artífices de nuestra vida.
De otro modo, somos "objetos" de un sistema que se basa en una visión superficial y paternalista.
El valor agregado de cada uno son los matices y la diferencia. Y desde allí, el aporte siempre innovador que sea capáz de ofrecer.
Soy absolutamente partidaria de la educación pública. Transité toda mi educación en instituciones públicas y a ellas debo gran parte de lo que hoy me enorgullece de mi misma.
No recuerdo que entonces, cuando era niña, nos estuviera prohibido compartir nuestras preferencias. Ávidos de conocer y compartir el mundo de cada uno llevábamos a la escuela nuestros juguetes favoritos. Ello nos exponía en nuestras propias preferencias y nos permitía conocer las ajenas. E, incluso, a quienes no podíamos acceder a algún juguete en particular nos abría la posibilidad de conocerlo...
Hoy las cosas parece que cambiaron. Desde el primer día de clase la consigna ha sido no dar a otro más de lo que tiene ¿!... No llevar nada innovador para festejar los cumpleaños en la salita porque "como otros no pueden"... Entonces que nadie pueda ¿!... Ni aún conocer lo que no puede y quisiera, tal vez, poder ¿!...
Lo inaccesible ha funcionado en mí, muchas veces, como meta y motor. En el peor de los casos ha sido un fiél parámetro de clase. Pero nunca ha sido degradante.
Todos convivimos con la inaccesibilidad. A veces material, a veces de otra especie, llámase espiritual, emocional, intelectual... y tolerarlo también es un aprendizaje que la educación pública debe abordar para ser, además, democrática y pluralista.

martes, 3 de marzo de 2009

Almendras de la larga vida

Mi abuela solía comer siete almendras por día... para que brille el pelo.
Yo tomé su ritual y lo continúo haciéndolo mío... para que brille la vida!

"Siete almendras de la larga vida…
Mañanas enteras de siete almendras
Combinadas con poesía.

Tus manos en mi espalda
Convierten mis heridas en huecos ya vacíos;
Tu vientre incandescente me ayuda a olvidarme,
Me transforma, luna creciente.

Soy hoy y mañana al mismo tiempo,
Puerta abierta hacia la historia
Que gesta historia y vuelve."