Felipe llora y enjuaga
lo que hoy ven sus ojos,
creyendo que su mirada “es”.
Felipe evapora la impotencia
que genera que el tiempo se imponga a las ganas,
que el ritmo no colme su deseo,
no logre seguir su alma.
Y Felipe sabe que sus lágrimas no son vanas,
que engendran la aceptación de un mañana
que exige contemplación y calma,
mañana que ofrece un atardecer lento y sublime
que nutre la llama intacta.
Y que el que no llora no mama,
y el miedo, como la vida,
con lágrimas se aclaran.
lo que hoy ven sus ojos,
creyendo que su mirada “es”.
Felipe evapora la impotencia
que genera que el tiempo se imponga a las ganas,
que el ritmo no colme su deseo,
no logre seguir su alma.
Y Felipe sabe que sus lágrimas no son vanas,
que engendran la aceptación de un mañana
que exige contemplación y calma,
mañana que ofrece un atardecer lento y sublime
que nutre la llama intacta.
Y que el que no llora no mama,
y el miedo, como la vida,
con lágrimas se aclaran.
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